Travertino apomazado sin taponar, taponado y a la veta, tres formas de una misma piedra que nunca pasa de moda

Entre los materiales nobles que se mantienen vigentes en arquitectura y diseño interior, el travertino ocupa un lugar privilegiado. Su origen sedimentario, su textura irregular y su capacidad para adaptarse a estilos clásicos y contemporáneos lo vuelven un aliado inagotable para pisos, muros, baños y exteriores. Pero dentro del universo del travertino conviven distintas terminaciones que modifican por completo su estética y su desempeño. Las tres más elegidas en Argentina, el travertino apomazado sin taponar, el travertino taponado y el travertino “a la veta”, tienen características particulares que conviene conocer a la hora de elegir.

El travertino apomazado sin taponar es la versión más natural y honesta del material. Mantiene visibles los poros propios de la piedra, esos pequeños huecos formados por gases atrapados durante su origen geológico. La superficie se pule de manera suave hasta lograr un acabado satinado, sin brillo, que conserva la textura original. Esta terminación es muy buscada para espacios donde se prioriza la autenticidad, como galerías, patios, quinchos o baños de estilo rústico contemporáneo. Además, ofrece buena adherencia, se comporta bien en zonas húmedas y aporta una estética cálida sin caer en lo rústico extremo.

En cambio, el travertino taponado presenta un acabado más uniforme. Los poros se rellenan con resinas o cementos especiales del color de la piedra, lo que genera una superficie lisa, prolija y continua. Esta terminación resulta ideal para interiores elegantes, livings, pasillos principales y espacios donde se busca una sensación más cuidada. El taponado no solo mejora la resistencia frente a manchas sino que también facilita la limpieza cotidiana. En proyectos de diseño minimalista o de inspiración mediterránea suele ser la opción más recomendada.

La tercera variante, el travertino a la veta, cambia completamente el juego visual. En lugar de cortarse en sentido perpendicular a la formación natural, se secciona de manera paralela a las capas sedimentarias, lo que deja a la vista vetas horizontales bien marcadas que parecen pinceladas. El resultado es una estética lineal y elegante, con una continuidad visual que aporta mucha presencia en revestimientos verticales. Por eso es común verlo en fachadas, accesos, recepciones, muros de doble altura y baños de diseño. También funciona muy bien en mesadas y detalles decorativos donde se quiere destacar la dirección de la veta como parte del diseño.

La comparación entre las tres terminaciones permite entender que la elección no es solo estética sino funcional. El apomazado sin taponar suma textura y naturalidad, el taponado ofrece superficie uniforme y bajo mantenimiento y la veta horizontal potencia la identidad visual del proyecto. En exteriores, el apomazado suele rendir mejor por su capacidad antideslizante. En interiores de alto tránsito, el taponado garantiza durabilidad y brillo controlado. En espacios de diseño, el corte a la veta permite lograr un impacto visual único que difícilmente se repite en otros materiales.

En un mercado donde las tendencias cambian rápido, el travertino confirma su vigencia al ofrecer versatilidad sin perder su carácter. Las distintas terminaciones permiten que la misma piedra cuente tres historias distintas, desde lo natural hasta lo sofisticado y desde lo sutil hasta lo expresivo. Elegir cuál conviene depende del proyecto, aunque todas comparten un atributo central, la capacidad de transformar cualquier espacio en un espacio con identidad.

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